Yo Voy

Una zarza ardiente que se está quemando y no se consume nos coloca ante el llamado individual de un Dios que no está ajeno al sufrimiento del mundo. El Señor se revela a un viejo nómade y hace que él sepa cuál es su nombre: “Yo soy” (Éxodo 3:14). El pastor del desierto, reticente, se siente incapaz, pero incluso así acepta el llamado de oponerse a la superpotencia de su época. Aquí hay una lección que grita en este texto: cuando “Yo soy” es mi Dios, “yo voy” es mi decisión.

Siglos después, el propio “Yo soy” decidió decir “yo voy”, y visitó la Tierra. Su plan no cambió, sino que creció: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mat. 28:19). Ahora ya no es un hombre frente a una zarza, sino un grupo; aun así, cada uno tiene su misión individual. A partir de ese momento, todo el resto del Nuevo Testamento podría perfectamente ser resumido en dos palabras: “yo voy”. Y así ha sido en los últimos dos milenios. Cada cristiano fiel, a lo largo de la historia, asumiendo su responsabilidad individual en la predicación del evangelio, confirmando el llamado hecho por Cristo en Marcos 16:15, “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura” (NVI).

En el tiempo del fin, seguimos este mismo Espíritu. Vivimos un antiguo
llamado para las nuevas generaciones. Tres mensajes que no pueden ser
tercerizados (Apocalipsis 14:6-12). Estos son urgentes, necesarios, indispensables, y son nuestra responsabilidad. Así, la identidad del joven
adventista del siglo XXI continúa siendo la misma que la de ese señor mayor ante la zarza. Ante el “Yo soy”, ellos continúan diciendo “yo voy”.

Ser un joven cristiano adventista es entender que la gran comisión no es opcional, es un imperativo divino intransferible. Abrazar esa misión es el deber genuino de cada uno de nosotros mientras esperamos el pronto retorno de nuestro Señor en las nubes de los cielos. Al decir “yo voy”, o “Maranatha” va más allá de un simple grito en nuestros encuentros y se vuelve un estilo de vida radical, un manifiesto vivo en favor de nuevos cielos y nueva tierra, donde habita la justicia. Y cuando esta nuestra esperanza se concrete y Jesús nos llame para estar definitivamente con él en la eternidad, nuestra respuesta natural será, sin duda, “yo voy”.

Extraído de Adventistas.cl

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